Mi captura

La madrugada del sábado al domingo fui "capturado". Eso dice en zarataxi un tal goti:

"Me gustaría que alguien me dijera que se puede hacer ya con este personaje tan peculiar. Que le van a hacer por parte del ayuntamiento. Esto se va a repetir todos los fines de semana, tenerle que perseguir hasta darle caza y captura".

Ignora el bueno de goti que no hubo tal persecución puesto que todos sabían adónde iba entre otras razones porque yo se lo dije al conductor de la licencia 241 después de que el muchacho se acordara de mi difunta madre como ejerciente de la más antigua profesión del mundo. Lo invité a que repitiese sus palabras de tú a tú, sin testigos, para discutir entre los dos las supuestas razones que le llevaron a llamarme "hijo de puta". Por lo visto sus argumentos debían de ser muy convincentes puesto que se ocupó de congregar en mi punto de destino una audiencia de no menos de 20 taxistas hábidos de conocerlos. Lamentablemente el conductor del taxi con licencia municipal nº 241 se olvidó de repetir el calificativo ante tan selecto auditorio.

He preguntado por la identidad del condutor y me dicen que se llama Emilio. El antiguo móvil 51. Un tipo al que nunca había visto pero que hasta el día de ayer tenía por persona ecuánime. De hecho, durante mi permanencia en la emisora de la cooperativa como asalariado, siempre recibí de su parte un trato exquisito y en más de una ocasión me echó una buena mano para encontrar una dirección, más allá de sus obligaciones como jefe de servicio. Algo que valoré especialmente durante el periodo en que yo había asumido responsabilidades sindicales e inciaba mi carrer hacía el enemigo público nº1 del taxi. Emilio, hasta ayer, simpre me pareció un tipo con el que se podía dialogar. Todos tenemos derecho a un mal día y prefiero pensar que Emilio tuvo ese día en la madrugada del sábado al domingo y que no tiene ninguna razón para pensar que mi madre, recientemente fallecida, se dedicara a la noble actividad del sexo previo pago. Al menos no esgrimió ninguna de esas razones y eso que estaba bien protegido por una cohorte de no menos de 20 taxistas treintañeros a los que, en la inmensa mayoría de los casos, yo no tenía el gusto de conocer. Por lo visto ellos a mí sí. Supongo que esa asimetría es consecuncia de mi fama y de sus aficiones literarias. Nunca sospeché que hubiera tantos lectores de poesía en el gremio aunque, a decir verdad, ninguno de ellos traía un ejemplar abierto de mi libro para que se lo firmara. Lo que sí manifestó un pipiolo del que aún guardo un mensaje amenazante con su IP correspondiente (tranquilo, muchacho, yo no soy LuisMi) fue su deseo de que alguien, en lugar de abrir mi libro, me abriera la cabeza. Es lógico. Yo no debo esperar, ni espero, que mi obra literaria sea unánimemente alabada. Pero hagamos honor a la verdad, fue un deseo que le duró poco porque cuando apareció la policía negó y renegó valientemente que el hubiera dicho tal cosa.

Poco después apareció el vicepresidente de la APATZ que no debe tener muy claro a qué se dedica dicha organización porque se presentó a la policía diciendo que era "el enlace sindical del taxi" y que después de largos años de estudio ha aprendido que la ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento. Supongo que habrá que esperar otro lustro para que aprenda que las normas para ser válidas deben ser públicas y que la APATZ, de la que es vicepresidente por méritos propios ya que es primo de LuisMi, su presidente, ha incumplido el deber de dar a conocer a TODO EL GREMIO y no sólo a sus afiliados, las novedades normativas que le comunique el Ayuntamiento.

Desconozco si, tal como decía la cuadrilla que escoltó al 241, esas novedades se han producido. A mí nadie me ha comunicado nada. Nada se ha publicado en el BOPZ y nada hay al respecto en la web de la APATZ. Parece que no fui el único que desconocía las posibles novedades, claro que los demás no han publicado libro alguno para que sus fans vayan a la caza de autógrafos.

Para mí sólo existe la viñeta y, por lo visto, eso fue suficiente también para la policía que me permitó seguir con mi turno de refuerzo.

Del incidente, lamento especialmente dos cosas.

La primera, que estuviera implicado Emilio (si tal como me han dicho era él), alguien que, por lo que conoczco, siempre me pareció un buen compañero. La segunda que todos aquellos que rodearon e inmovilizaron mi vehículo se fueran sin pagar el tiempo que me hicieron perder. A escote no les hubiera supuesto tanto. Menos mal que ahora no tengo que pasar cuentas del taximetro con nadie.