En demasiadas ocasiones la mala información o la falta de ella nos llevan a adoptar posturas erróneas o a guiarnos por sentimientos equivocados. Sé de que hablo. Por ello, a riesgo de resultar pedante, me permito este artículo con la única intención de aclarar ciertos conceptos que, a pesar de ser básicos para la gran mayoría, no quiero pasar por alto. Disculpen aquellos a los que nada aporte el escrito.
En cualquier sistema económico toda persona participa de dos roles básicos distintos pero estrechamente relacionados:
1. Como parte de la fase de producción de bienes o servicios.
2. Como consumidor final de los mismos
Como parte de la fase de producción hará frente a, o formará parte de, los costos necesarios para producir el bien o servicio (básicamente, inversión de capital, materias primas y mano de obra) que luego se pondrá a disposición de los consumidores a un precio determinado que deberá recoger los costes de producción más la remuneración del capital que permita la pervivencia y el desarrollo de la empresa productora.
Como consumidor final adquirirá los bienes o servicios previo pago de un determinado precio que, en las economías llamadas de mercado, establece teóricamente el juego de la oferta y la demanda.
Efectivamente, en una economía de mercado, el precio al que un bien o servicio se pone a disposición del consumidor viene marcado, entre otros factores, por los costes de la mano de obra con que la empresa debe retribuir a los trabajadores que participan en la producción.
En paralelo, el sistema económico debe velar porque el factor trabajo (mano de obra) esté lo suficientemente retribuido como para que la cadena no se rompa, es decir para que los trabajadores tengan la posibilidad de seguir consumiendo los bienes o servicios que salen al mercado.
De un modo u otro todos somos consumidores finales de algún bien o servicio y participamos como productores de los mismos pero eso no puede llevarnos a confundir los roles que en cada momento representamos.
El indicador más usado para el seguimiento de los precios al consumo en nuestro país es el IPC que tiene en cuenta la variación de precios de lo que se ha dado en llamar cesta de la compra (doce grupos de artículos, algunos de los cuales incluye el seguimiento de más de cien artículos distintos).
El IPC sirve entre otras cosas como base para actualizar los salarios y mantener el poder adquisitivo de los consumidores.
Los costes de producción vienen integrados por una serie de factores mucho más limitados que la cesta de la compra. Por ejemplo, para medir el IPC se tienen en cuenta entre otras muchas cosas, los precios del pan, del transporte, del menaje del hogar, del tabaco. Para estudiar los costes de producción de una panificadora no se tiene en cuenta el precio del menaje del hogar ni el de la cajetilla de Ducados.
Para ir ya de lo general a lo particular, cuando el IPC estudia el grupo 7 de la cesta de la compra bajo el epígrafe “Transporte” no está valorando los costes de producción de un taxista o de una empresa de autocares, sino el precio que un viajero debe pagar por el servicio. Roles distintos.
Cuando un taxista valora los costes de producción de su servicio, entre otros factores, debe tener en cuenta los costes del carburante, del vehículo, de los seguros pero nunca el precio del servicio que un consumidor debe pagar ya que en él influye directamente con su margen de explotación. Roles distintos.
En consecuencia, no debe usarse para la actualización de la tarifas (costes de producción + margen de explotación) el indicador de precios al consumo del grupo 7. Transportes que ya recoge a su vez el aumento de la tarifa del servicio de taxis.
Si tenemos en cuenta la subida propuesta este año (1’8% que significa 1´4 % por encima de la inflación adelantada en noviembre), desde el acuerdo tomado por el Ayuntamiento de Zaragoza de 20 de noviembre de 2006 para la actualización de tarifas en base al IPC del Transporte Público Urbano, los consumidores del servicio de taxi han perdido, en poder adquisitivo, más de 8 puntos porcentuales (la pérdida es mucho mayor si tenemos en cuenta otros factores como el incremento de horas en tarifa 2).
No creo que nadie pueda argumentar que tal pérdida de poder adquisitivo no ha repercutido negativamente en la demanda del servicio que ofrecemos al mercado. A mi juicio, aparte de la crisis, es la razón principal para comprender la disminución de la demanda desde hace casi dos años.
Ese es el motivo fundamental para que UGT defienda la anulación del irracional acuerdo de 20 de noviembre de 2006 y la vuelta al sistema anterior de fijación de costes de producción para la actualización de las tarifas.
En cualquier sistema económico toda persona participa de dos roles básicos distintos pero estrechamente relacionados:
1. Como parte de la fase de producción de bienes o servicios.
2. Como consumidor final de los mismos
Como parte de la fase de producción hará frente a, o formará parte de, los costos necesarios para producir el bien o servicio (básicamente, inversión de capital, materias primas y mano de obra) que luego se pondrá a disposición de los consumidores a un precio determinado que deberá recoger los costes de producción más la remuneración del capital que permita la pervivencia y el desarrollo de la empresa productora.
Como consumidor final adquirirá los bienes o servicios previo pago de un determinado precio que, en las economías llamadas de mercado, establece teóricamente el juego de la oferta y la demanda.
Efectivamente, en una economía de mercado, el precio al que un bien o servicio se pone a disposición del consumidor viene marcado, entre otros factores, por los costes de la mano de obra con que la empresa debe retribuir a los trabajadores que participan en la producción.
En paralelo, el sistema económico debe velar porque el factor trabajo (mano de obra) esté lo suficientemente retribuido como para que la cadena no se rompa, es decir para que los trabajadores tengan la posibilidad de seguir consumiendo los bienes o servicios que salen al mercado.
De un modo u otro todos somos consumidores finales de algún bien o servicio y participamos como productores de los mismos pero eso no puede llevarnos a confundir los roles que en cada momento representamos.
El indicador más usado para el seguimiento de los precios al consumo en nuestro país es el IPC que tiene en cuenta la variación de precios de lo que se ha dado en llamar cesta de la compra (doce grupos de artículos, algunos de los cuales incluye el seguimiento de más de cien artículos distintos).
El IPC sirve entre otras cosas como base para actualizar los salarios y mantener el poder adquisitivo de los consumidores.
Los costes de producción vienen integrados por una serie de factores mucho más limitados que la cesta de la compra. Por ejemplo, para medir el IPC se tienen en cuenta entre otras muchas cosas, los precios del pan, del transporte, del menaje del hogar, del tabaco. Para estudiar los costes de producción de una panificadora no se tiene en cuenta el precio del menaje del hogar ni el de la cajetilla de Ducados.
Para ir ya de lo general a lo particular, cuando el IPC estudia el grupo 7 de la cesta de la compra bajo el epígrafe “Transporte” no está valorando los costes de producción de un taxista o de una empresa de autocares, sino el precio que un viajero debe pagar por el servicio. Roles distintos.
Cuando un taxista valora los costes de producción de su servicio, entre otros factores, debe tener en cuenta los costes del carburante, del vehículo, de los seguros pero nunca el precio del servicio que un consumidor debe pagar ya que en él influye directamente con su margen de explotación. Roles distintos.
En consecuencia, no debe usarse para la actualización de la tarifas (costes de producción + margen de explotación) el indicador de precios al consumo del grupo 7. Transportes que ya recoge a su vez el aumento de la tarifa del servicio de taxis.
Si tenemos en cuenta la subida propuesta este año (1’8% que significa 1´4 % por encima de la inflación adelantada en noviembre), desde el acuerdo tomado por el Ayuntamiento de Zaragoza de 20 de noviembre de 2006 para la actualización de tarifas en base al IPC del Transporte Público Urbano, los consumidores del servicio de taxi han perdido, en poder adquisitivo, más de 8 puntos porcentuales (la pérdida es mucho mayor si tenemos en cuenta otros factores como el incremento de horas en tarifa 2).
No creo que nadie pueda argumentar que tal pérdida de poder adquisitivo no ha repercutido negativamente en la demanda del servicio que ofrecemos al mercado. A mi juicio, aparte de la crisis, es la razón principal para comprender la disminución de la demanda desde hace casi dos años.
Ese es el motivo fundamental para que UGT defienda la anulación del irracional acuerdo de 20 de noviembre de 2006 y la vuelta al sistema anterior de fijación de costes de producción para la actualización de las tarifas.
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